Galletas “crinkles” de chocolate y avellanas
INGREDIENTES PRINCIPALES
- 225 gr de chocolate negro (al menos un 70% cacao)
- 100 gr de harina
- 50 gr de avellanas molidas (si no tienes/quieres, sustituidlo por harina)
- 55 gr de cacao puro en polvo (yo uso VALOR)
- 2 cucharaditas de levadura química (un sobre estilo ROYAL)
- Una pizca de sal - como la punta de una cucharadita
- 115 gr de mantequilla
- 240 gr de azúcar moreno
- 2 huevos hermosos
- 1 cucharadita de extracto de vainilla
- 80 ml de leche
- 100 gr de azúcar glass
Preparación de la receta
Las galletas “Crinkles” reciben este nombre precisamente porque parecen agrietadas (Crinkle significa agrietado/arrugado en inglés). En realidad son unas galletas de chocolate negro, que se rebozan en azúcar glass y que, al aumentar de tamaño en el horno, consiguen que el azúcar se rompa, produciendo dicho efecto. Su textura es esponjosa y abizcochada, blanditas por dentro y crujientes por fuera. PURO VICIO.
Con las cantidades que describo salen unas 60 galletas, pero siempre puedes hacer la mitad de la receta y aun así te dará para varios días (dependiendo de lo tragaldabas que seas).
Antes de nada, debes saber que esta receta tiene que realizarse de un día para otro, ya que la masa debe reposar en la nevera durante bastantes horas. Es fundamental que la masa esté bien fría cuando metamos las galletas en el horno, ya que sólo así se consigue el efecto agrietado de las galletas. Si la masa está templada, absorberá el azúcar glass del rebozado y, aunque el sabor será el mismo, visualmente serán diferentes.
En primer lugar, derrite el chocolate al baño maría (o aproximadamente en dos minutos al microondas) y resérvalo.
A continuación, mezclamos y tamizamos en un bol los ingredientes secos: la harina, las avellanas molidas, el cacao en polvo, la levadura y la sal.
En otro bol grande batimos la mantequilla derretida con el azúcar moreno, hasta que esté integrado. Agrega los huevos, uno a uno, y luego la vainilla mientras sigues batiendo. Añadimos el chocolate derretido a la mezcla anterior y vamos incorporando la mezcla de harina en varias tandas, mientras seguimos batiendo. Alternando con la mezcla de harina, puedes ir añadiendo la leche, ya que si no, la mezcla será demasiado espesa.
Asegúrate de que queda bien mezclado, cubre el bol con papel film y deja enfriar en la nevera, a ser posible durante la noche.
A la mañana siguiente, cuando los pajarillos estén cantando y tú tengas un hambre atroz, podemos seguir con la elaboración de las galletas. Enciende el horno a 175 °C (calor arriba y abajo) y cubre una bandeja con papel de hornear. Para que la textura de las galletas quede perfecta debemos mantener la masa lo más fría posible hasta el momento de hornear. Por ello, lo ideal es ir horneándolas en tandas, manteniendo la masa que no utilizamos en la nevera.
Con ayuda de una cuchara, vamos cogiendo porciones de la masa y haciendo bolitas. Después rebozaremos cada bola en azúcar glass (¡no debe quedar ningún hueco sin cubrir!) y las vamos colocando en la bandeja del horno.
Una vez que llenemos la bandeja de bolas rebozadas en azúcar (déjalas un poquito separadas, que luego se expanden), solo tenemos que hornearlas durante unos 14 minutos. Como te habrá sobrado masa (yo necesité tres horneados de 20 galletas cada uno), déjala en la nevera para que se mantenga fría.
Al pasar los 14 minutos, verás que las galletas habrán crecido y el azúcar se habrá agrietado, consiguiendo ese aspecto tan peculiar. Retíralas del horno, deja que reposen durante un momento y luego deja enfriar completamente en una rejilla. Repite con el resto de la mezcla que dejamos en la nevera. Lo ideal es comerlas en el día (es cuando se mantienen crujientes por fuera y blanditas por dentro), pero en una bolsa hermética aguantarán bien unos días, te lo digo yo. ;-)
Foto del plato terminado:
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