El sábado compré unos lomos de bacalao, de esos ultra congelados.
Rinden bien, la única inconveniencia, es que pierden 1/3 del volumen una vez descongelados.
Pero, si no se dispone de mucho tiempo para la preparación, es una buena alternativa y el bacalao estaba riquísimo.
Leí una cuantas recetas y al final, opté por una versión del todo inventada.
Muy sencilla, delicada y aprovechando la gelatina de la piel del bacalao.
En una cazuela de barro, poner cómo 3 ò 4 cucharadas de aceite, los dientes de ajo picados, un poco de guindilla (al gusto, si no queréis, no la ponéis) y todas las hierbas picadas.
Dejar dorar el ajo con las hierbas durante unos minutos, a fuego lento.
Incorporar los lomos de bacalao de la parte de la piel y dejar que coja sabor durante un minuto.
Darle la vuelta y dejar cocinar durante un minuto el otro lado. Volver a dejarlo en el lado de la piel.
Añadir los tomates pelados, sin semillas y troceados y un poco de vino blanco.
Seguir cocinando durante 18-20 minutos, siempre a fuego lento y con la tapadera puesta.
Mover la cazuela de vez en cuando, removiendo la salsa, para que la gelatina de la piel espese la salsa.
Disponer en un plato los lomos y volcar la salsa encima.
Servir aún caliente.
La salsita salió de rechupete, el lomo muy rico y tierno y las especias le dieron un toque de frescura.
Recomiendo un vino blanco seco.