Lavamos muy bien las cerezas con agua fría y las escurrimos para proceder a deshuesarlas. Con una puntilla o cuchillo bien afilado, le hacemos un corte desde el rabito recorriendo su circunferencia. Buscamos obtener dos mitades. Giramos ambas partes con cuidado y una se desprenderá limpiamente sin el hueso, el cual retiramos con cuidado de la otra mitad. Reservamos todas las mitades deshuesadas procurando no desperdiciar mucho jugo.
Picamos la cebolla en brunoise fina. Os recuerdo que el termino brunoise se refiere a cortar en cubitos ^_^
Ponemos en una sartén amplia un par de cucharadas de aceite de oliva virgen y calentamos a fuego fuerte. Una vez caliente, incorporamos la cebolla, la salpimentamos y pochamos a fuego medio removiendo de vez en cuando hasta que comience a coger color.
Cuando la cebolla comience a dorar, subimos el fuego al máximo, incorporamos las cerezas deshuesadas y bañamos con el licor de cerezas o el vino blanco. Dejamos que evapore el alcohol y retiramos del fuego.
En una olla grande y amplia, ponemos a cocer abundante agua salada (¡sin aceite!) y cuando rompa a hervir, vertemos la pasta fresca y dejamos cocer el tiempo que indique el fabricante, o un pelín menos.
Escurrimos la pasta con mucho cuidado para que no se rompa y, sin enjuagarla, la incorporamos a la sartén con la salsa. Mezclamos con mimo y servimos espolvoreando con albahaca, si es fresca, ¡mejor!
Comemos y a disfrutar ^_^